En mayo de 2017, debía dar una presentación en la conferencia de GuruFocus en Omaha, un día antes de la reunión anual de Berkshire Hathaway. Estaba más nervioso de lo habitual. Acepté esta oportunidad porque quería desafiarme a explorar un tema completamente nuevo: el proceso de inversión, y parecía que a GuruFocus asistía la audiencia adecuada para este tema.
Yo, que necesito la presión de una fecha límite para poder liberar mi creatividad, escribí un discurso de nueve páginas titulado "Cómo mantenerse racional en un mundo irracional" tan solo dos días antes de partir hacia Omaha. El día siguiente creé una presentación en PowerPoint de 40 diapositivas, la cual perfeccioné y ajusté hasta tan solo una hora antes de mi discurso.
La conferencia de GuruFocus se llevó a cabo en el salón del hotel DoubleTree, en el centro de la ciudad. A la misma asistieron aproximadamente doscientas personas. Unos minutos después de comenzar mi presentación, las luces se apagaron. Aunque volvieron un segundo después, mi micrófono y proyector estaban apagados.
A pesar de este inconveniente, el discurso que di esa noche resultó ser, probablemente, el mejor que he dado, y eso que he realizado muchas presentaciones en la última década. Charlie Tian, el director de GuruFocus, me envió un mail diciendo: "Revisamos las encuestas de los asistentes y descubrimos que fuiste calificado como uno de los mejores oradores".
Comparto esta experiencia contigo, no para presumir, para nada. Si no para dar cuenta de cómo algunos pequeños momentos, la mayoría completamente aleatorios, terminan dándole forma a nuestra vida. Antes de continuar, permíteme contarte esta pequeña historia. Cuando empecé a escribir para TheStreet.com en 2004, mi escritura era bastante aburrida y con poca vida. Tan insípida, que en comparación con mis escritos, incluso un comunicado de prensa corporativo podría parecer un standup de comedia. Era eficiente, por supuesto, pero no tenía alma. Sin embargo, unos meses después de comenzar mi "carrera" como escritor, redacté un artículo corto y divertido describiendo una pequeña aventura configurando mi TiVo.
Esta anécdota sucedió cuando la inteligencia artificial recién empezaba a utilizarse en atención al cliente. El servicio de soporte técnico de TiVo consistía, justamente, en un asistente virtual que te pedía: "Por favor, hable en oraciones completas". No sé si lo sabes, pero yo tengo acento ruso, y por este motivo, el sistema no podía entenderme. Después de muchísimos intentos, se me ocurrió una solución elegante. Le di el teléfono a mi hijo Jonah, que tenía tan solo tres años. Le dije qué decir, palabra por palabra, y él repetía con su adorable acento de Disney. El sistema de TiVo no tenía problemas para entenderlo.
Ese fue esencialmente mi artículo. Era un artículo muy corto. Pero era divertido, y fue por lejos el artículo más "humano" que había escrito. Y sí, expuso mi fragilidad, que es obvia para cualquiera que me haya escuchado hablar: tengo acento.
Recibí varios mails de lectores a quienes les encantó el artículo. Puedo decir que este pequeño artículo, ese pequeño momento, tuvo un gran impacto en mi vida, porque me di cuenta de que está bien ser yo mismo: divertido, sarcástico e incluso frágil. En otras palabras, aprendí que cuando escribo debo ser fiel a mí mismo.
Si no hubiera escrito ese artículo de TiVo, quizás habría llegado a esa conclusión más tarde. O, quién sabe, podría haber dejado de escribir por completo antes de llegar a ella.
El instante en que las luces se apagaron en GuruFocus fue mi "momento TiVo" en el ámbito de la oratoria. Fue un regalo que me llevó a replantear por completo cómo abordo mis presentaciones.
Cuando las luces volvieron y me di cuenta de que el proyector y el micrófono no funcionaban, para mi total sorpresa, mi presión arterial bajó. Me sentí mucho más tranquilo que antes, como si se me hubiera quitado un gran peso de encima. De repente, no tenía que cambiar diapositivas, ni que seguir obligatoriamente las viñetas punto por punto. Simplemente podía hablar. Contar una historia. Me di cuenta de que mi presentación de 40 diapositivas había sido una gran distracción. Hasta que las luces se apagaron, las personas que estaban allí presentes, no me miraban en absoluto. Estaban intentando leer mis diapositivas repletas de viñetas. Su mirada estaba en la pantalla, no en mí.
Si tuviera que hacer esta presentación de nuevo, tendría solo cinco diapositivas: una para dar la bienvenida, tres que contengan imágenes y una para despedirme. Eso sería todo.
También aprendí que escribir un discurso es muy importante. No iba a leer el discurso, ni tampoco podría haberlo memorizado, aunque quisiera. Pero escribirlo creó una estructura lógica para mis pensamientos y, más importante aún, sacó a la luz el vocabulario adecuado. Hablar ocurre en tiempo real, en el momento presente, mientras que escribir te brinda la capacidad de pausar y controlar el tiempo. Gracias a esto puedes elegir cuidadosamente cada palabra, reescribir todas las veces que lo desees y mostrarlo al mundo solamente cuando estés listo (o cuando llega la fecha límite, lo que ocurra primero).
Cuando hablo sobre un tema completamente nuevo, gran parte de mi energía se enfoca en buscar palabras precisas, aquellas que me permitirán comunicar mis pensamientos de forma clara. Te comparto una reflexión: yo (y probablemente la mayoría de nosotros) somos malos haciendo múltiples tareas. Mi cerebro, al menos, no puede realizar satisfactoriamente múltiples procesos o acciones al mismo tiempo. Si logro reducir la necesidad de hacer múltiples tareas (evitando cambios de diapositivas o búsquedas de vocabulario), puedo enfocar el limitado poder de procesamiento de mi cerebro a contar una historia, que, al fin y al cabo, es lo que implica dar un discurso.
He leído que es posible programar el estado mental al subir al escenario. Por ejemplo, James Altucher observa a Jerry Seinfeld hacer stand-up justo antes de presentarse, y esto configura su estado de ánimo. En mi caso, descubrí que el Concierto No. 1 en Re Menor de Bach logra el mismo efecto en mí. Por ejemplo, antes de subir al escenario de GuruFocus, lo escuché durante unos veinte minutos. Por este motivo, es bastante probable que mi presión arterial ya estuviera ligeramente más baja de lo normal desde el principio.
Deberíamos prestar atención a estos pequeños momentos, ya que pueden cambiar nuestras vidas. Gracias a TiVo y gracias... sea lo que sea que causó que se corte la electricidad en el DoubleTree de Omaha.
Artículo disponible en inglés aquí.
Vitaliy Katsenelson es el director ejecutivo de IMA, una firma de inversión de valor ubicada en Denver, Estados Unidos. Ha escrito dos libros sobre inversiones, que fueron publicados por John Wiley & Sons y que se han traducido a ocho idiomas. Soul in the Game: The Art of a Meaningful Life (Harriman House, 2022) es su primer libro que no trata solo de inversiones. Puedes obtener capítulos bonus inéditos enviando tu recibo de compra a bonus@soulinthegame.net.